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El clave de Enrico Baiano: Haendel y D. Scarlatti, el genio que viaja e emigra

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“III Ateneo Barroco” en su inicio con el clavecinista Enrico Baiano, en el Paraninfo da Universidade- 20´30 h.-, con el reclamo “O Harmónico Certame”. Enrico Baiano, es un clavecinista y fortepianista apolitano, merecedor de prestigiosos galardones como “Deutsche Schallpratenpreis”, “Diapason d´Or”, “Choc de la Musique” o “Platte des Monats”, Es autor del”Method for Harpsichord: A practical guide for pianists, Organists, and Harpsichrddists” y fundador de “la Capella della Pietà dei Turchini”, a los que tuvimos en las programaciones del “Via Stellae” con trabajos como el oratorio de Mozart “La Betulia Liberata”, dirigida por Antonio Florio. Colaboró con formaciones de prestigio: “Dissonances”, “ Piccolo Concerto Wien” o “Helsinki Baroque Orchestra”, participando en dos filmes documentales “Un gioco ardito: dodici variazioni tematiche su Domenico Scarlatti e sul bome B.a.c.h.” (Francesco Leprino).

“O Harmonico Certame”, alude al legendario duelo entre Domenico Scarlatti y G.F.Haendel, muestra de la carrera de ambos en su giras desde Londres, para el sajón y desde Italia España y Portugal para el italiano. Charles Burney, alumno de Thomas Arne y colega de Samuel Johnson, David Goldsmith o Jeshua Reynolds, dejó memoria en sus escritos “Viaje musical por Francia e Italia en el s.XVIII”, sobre los dos músicos: “Al expresarle al Sr. Farinelli, mi deseo de relatar su vida, o por lo menos anotar alguno de sus hechos, me respondió que no emborronase sus escritos con una persona tan insignificante, proponiendo en su lugar a Scarlatti. Evocó también a la Cazzoni y a la Faustina, en la corte de Jorge II, en la que se interpretarían arias de Haendel, escritas en diferentes claves y en un estilo entonces ajeno. Rememoró las disputas entre dos teatros de ópera, el de la Nobleza y el que prefería la reina, bajo la dirección de Haendel.”

Baiano, precisa que los dos se conocieron en Italia entre 1709 y 1710, mientras realzaban su viaje de formación artística, suscitando gran sorpresa y admiración. Thomas Roseingrave, músico irlandés, escuchó a Scarlatti en Venecia, y habló de su virtuosismo casi sobrenatural- palabras a Charles Burney-, y que semejaba a mil diablos sentados sobre el teclado. Tras escucharle, no pudo tocar durante un mes. En Venecia, Scarlatti descubrió a Haendel tocando enmascarado y exclamó: “Este sajón es el diablo”. John Mainwaring, biógrafo de Haendel, diría que en Roma, en Cardenal Ottoboni, organizó un duelo musical entre los dos en órgano y clave. Haendel fue considerado superior al órgano, y Scarlatti lo aceptó. Pero en clave fueron juzgados iguales. Según testimonios, el estilo de Haendel era brillante y enérgico y el de Scarlatti era delicado y elegante, ya que también era un excelente cantante. Siempre mantuvieron una amistad y un respeto mutuos, aunque se establecieron en países distintos.

Abrimos programa con la “Chaconne en Sol M. HWV 435”, de Haendel, majestuosa y solemne, tras una variaciones cada vez más rápidas, que nos llevan a una tonalidad menor, en una atmósfera triste y como un cierto lamento, antes de volver a las variaciones impregnadas de un arrebato irresistible. Otro Haendel por la “Suite VIII, en Fa m.”. El “Preludio”, con sus largas notas tenidas de pedales armónicos, parece precisamente un preludio de órgano. El “Ritto” con puntillo, elemento francés, domina la segunda parte. Este preludio introduce una fuga austera y grandiosa en la que la cuarta entrada de un sujeto tiene la particularidad de afirmarse sobre acordes y octavas. También aquí presentimos la influencia del órgano.

La “Allemanda”, a pesar de su sencillez, es de una gran riqueza; es un ”bicinium” ágil al que viene a unirse, aquí y allá, una tercera voz. No menos rica resulta la “Courante”, en la que su dibujo ascendente contrasta con el movimiento descendente de la “Allemanda”. La “Giga” conclusiva, en 12/8, es una pieza muy animada: Su tema entra en imitación y se prolonga en una línea de marchas armónicas que se despliegan de compás en compás. Haendel había vivido largas giras, recibiendo las influencias más enriquecedoras, desde Florencia a Nápoles, Roma y Venecia y como queda dicho, tuvo el privilegio de tratar íntimamente con los Scarlatti, padre e hijo, Arcangello Corelli y Pasquini. La música italiana, en su conjunto, gozó de inmediata aceptación en Inglaterra, en donde Haendel se cubrió de gloria, en sus facetas de compositor y empresario, en el género operístico.

Domenico Scarlatti con una selección de sonatas, de las que el intérprete aprecia aspectos concretos en las elegidas: La “K. 3”, es una animada escena en la que tres personajes discuten y pelean; la “K.208”, es una aria sublime que nos recuerda que el compositor fue cantante; la “K. 209, es un “concertato”, típica escena brillante final de una ópera; una serie de sonatas desperdigadas, revelan los aspectos ibéricos y la melodía patética de esa influencia, marcada por el taconeo y los rasgueados; la “K. 132”, nos ubica en el mundo de los caballeros en los jardines reales mientras que la “K. 46”, discurre entre alegres fanfarrias. Cada sonata, una clave y un misterio en su planteamiento. Para Ralph Kirpatrick, profundo estudioso de su obra y cuyo trabajo investigador sobre el músico, dirá que a pesar de la solidez y la disciplina de su pensamiento musical, Scarlatti es uno de los compositores menos teóricos que jamás haya existido.

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