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‘Frente al poder’, de Martin Baron: crónica de la guerra entre la política, la tecnología y los medios
El exdirector de ‘The Washington Post’ publica la traducción española de las memorias sobre su última y convulsa etapa en el ejercicio del periodismo
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Las memorias del periodista Martin Baron sobre sus años al frente del diario The Washington Post son lo menos parecido a unas memorias. Apenas hay rastro de él en ellas, salvo fugaces referencias a su cabello incontrolable, la vestimenta adusta, la timidez irrefrenable, el semblante taciturno y una aversión a la vida social de la capital estadounidense, todo ello combinado con un carácter decidido e implacable. Solo hacia el tramo final de su mandato como director, que se prolongó entre 2013 y 2021, afloran detalles personales como las incontrolables hemorragias por la nariz de herencia genética y el pesar por el rechazo creciente hacia él entre la redacción de su periódico bajo acusaciones de insensibilidad por su tratamiento de ciertas coberturas relacionadas con las consecuencias de movimientos sociales como Me Too y Black Lives Matter. En todos aquellos reproches más ideológicos que fácticos, Baron siempre antepuso los hechos al activismo. Y pagó un precio por ello. A cambio del escudo con el que ha blindado su personalidad en Frente al poder, sus más de 500 páginas repartidas en 20 capítulos constituyen una prolija crónica sobre la guerra abierta entre la política, la tecnología y los medios de comunicación. Y a la vez son el relato crepuscular de los últimos años del autor, hoy jubilado, como director de periódicos.
El narrador es testigo directo de los hechos documentados en torno a la trama sobre cómo un diario con sede en la capital mundial del poder intentó hacer frente a todos los ataques y presiones imaginables durante los años de la era Trump en la Casa Blanca. Entre todas las invectivas, la que más se encarga en desmontar Baron es la recurrente acusación de haber dirigido un diario al servicio del magnate Jeff Bezos, fundador de Amazon y propietario del Post desde que lo compró por 250 millones de dólares en 2013 tras la capitulación financiera de los descendientes de la familia Graham. Dicha adquisición tuvo lugar al poco del nombramiento de Baron como editor jefe de este muro de carga periodístico y de la democracia estadounidense, donde llegó tras ocupar el mismo puesto en el Boston Globe. El marchamo de sagaz director de periódicos venía avalado por los éxitos bajo su supervisión del equipo Spotlight que desveló el encubrimiento de abusos sexuales por parte del clero de la Iglesia católica de Massachusetts, así como por la anterior labor al frente del Miami Herald donde cubrió acontecimientos como la peripecia del niño balsero Elián González.
El relato revela la complejidad de adaptarse velozmente a los designios de un nuevo propietario, que a la sazón era el hombre más rico del mundo y líder de una gigantesca compañía tecnológica. Bezos estaba dispuesto a remover los cimientos del Post para llevarlo hacia una nueva y próspera era mediante el reforzamiento editorial y de las suscripciones digitales, además de propulsar su influencia en todo el ámbito nacional y la opinión pública internacional. Baron y sus redactores se pusieron manos a la obra con la “pista de despegue” que les proporcionó Bezos, consistente en suculentas inversiones en capital humano y medios para multiplicar el alcance de sus contenidos. Llegaron las exclusivas y el reconocimiento global, pero no fueron capaces de anticipar el fenómeno político de Donald Trump, a quien empezaron a investigar cuando ya enfilaba el rumbo hacia la Casa Blanca como candidato republicano. Una vez investido presidente, Trump declaró la guerra a los medios de comunicación, a los que consideraba “el enemigo del Pueblo Americano”. Sobre la colisión de poder encarnada en Trump como presidente de Estados Unidos y Bezos como propietario de The Washington Post va este libro. Su título original en inglés es de hecho Collision of power (Colisión de poder). Un duelo entre dos machos alfa en medio del cual Baron mantuvo el foco puesto en lo que el periodismo ha de significar para la sociedad: controlar al poder, incluido el del dueño de su periódico. Este último queda profusamente retratado en su proceso de toma de decisiones, en su forma de aterrizar las ideas en acción y en su posición al margen de las cuitas editoriales.
Este libro va también de un tiempo y una forma del entender el periodismo en Estados Unidos. Desde la cocina de investigaciones como la que destapó la vigilancia masiva por parte de la CIA y la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense (NSA, por sus siglas en inglés) hasta la injerencia rusa en la candidatura de Hillary Clinton a las elecciones presidenciales y el asesinato del periodista Jamal Khashoggi en el consulado de Arabia Saudí en Estambul. Ante cada acontecimiento sobrevuela siempre la gran pregunta: qué papel debe jugar al respecto un medio de comunicación que aspira ser relevante para la sociedad a la que sirve, cómo se ha de publicar una noticia y cuándo hay que dejar de hacerlo si el relato deja lugar a cualquier duda.
También abundan reflexiones en torno a la verdad y la compleja relación del expresidente Trump con ella. Y sobre la difícil convivencia del director de un medio que busca certezas con el cotorreo de periodistas dedicados a la información que al mismo tiempo desparraman su incontinencia opinativa en la red social X, antes Twitter. Sobre la rectitud del oficio. Sobre qué significa ser independiente, aunque conlleve tener siempre la sensación de que la guillotina caerá en cualquier momento. Hay en este libro unas cuantas lecciones para cualquier periodista en activo, aspirante a serlo o que lidere una organización dedicada a publicar noticias.
Aunque les une haber dirigido el mismo periódico, estas memorias son la antítesis de las que escribió el fallecido Ben Bradlee, repletas de detalles sobre su exuberante personalidad. Bradlee combinó en La vida de un periodista (publicado en español por Ediciones EL PAÍS, con la traducción de Andrés Fernández Rubio e Irene Hernández Velasco) los pasajes de formación como reportero en Europa y el posterior ascenso a la élite social y periodística de Washington —sin obviar las menciones al sexo y la época dorada del adulterio en la segunda mitad del pasado siglo— con el liderazgo de colegas como Woodward y Bernstein, quienes bajo su impronta sacaron adelante el Watergate y lograron la renuncia del tramposo presidente Nixon. Frente al poder, de Martin Baron, es algo muy distinto. Él también es muy distinto a Bradlee. Y el de ambos fue un tiempo muy distinto.
Este testamento profesional deja patente a un periodista capaz de dejar caer sus principios ante los incontrovertibles hechos. Frente a todo y frente a todos. “Mi único y fugaz escarceo con la política fue en mi último año del instituto, cuando fui voluntario brevemente en la campaña de las primarias de 1972 del senador centrista demócrata Henry M. ‘Scoop’ Jackson, que fracasó estrepitosamente en Florida”, escribe Baron. “Nunca más he sentido ninguna afinidad con ningún candidato, partido o movimiento político y, en general, siempre he sido profundamente receloso de los políticos. Siempre me he considerado totalmente independiente. Me parece que estar al margen tiene sentido y es importante. Y al final, resultó que sí”.
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